jueves, 13 de mayo de 2010

13/V/2010 (12/V). La Voz de Galicia. tribuna: José Carlos Bermejo Barrera Catedrático de Historia, Universidade de Santiago


Estamos asistiendo en Santiago a un proceso que ofrece una buena oportunidad a la reflexión histórica. En él, en una primera vuelta, a la que algunos definieron acertadamente como casting, siete candidatos, igualados en su ambición y en su poca voluntad de definirse, pusieron claramente de manifiesto que en la USC ni existe un criterio claro de liderazgo, ni hay una percepción clara de los problemas que está viviendo esa institución, lo que ha dado lugar a la práctica ausencia de debate, y a su sustitución por retahílas de imágenes y palabras vacías.



En una universidad pueden darse tres criterios de liderazgo: el tradicional, el carismático y el racional burocrático, y a ninguno de ellos se ha ajustado ninguno de los siete candidatos.



En el liderazgo tradicional la universidad hubiese buscado un profesor o profesora de larga trayectoria académica, buen conocedor de los problemas de la institución y respetado por buena parte de sus colegas. En el liderazgo carismático sería rector una persona extraordinariamente sobresaliente en el campo científico o con un marcado cariz político, avalado por una acción desarrollada en la defensa de determinados valores. Y en el caso del liderazgo burocrático racional lo que se habría buscado es un rector conocido por su capacidad de organización y su habilidad para optimizar los recursos y saber subordinar los medios a los fines. Ninguno de nuestros siete candidatos respondía a ninguno de estos criterios de un modo sobresaliente, lo que no quiere decir que careciesen todos ellos de méritos científicos, académicos o políticos en menor grado.



Consecuencia de ello fue que nuestros candidatos desarrollaron una campaña electoral basada en una saturación informativa paralela a la vaciedad de sus mensajes, que además eran todos ellos concurrentes, puesto que se dio a entender que la Universidade de Santiago, sumida en una aguda crisis institucional y económica solo tiene tres problemas: a) hacer catedráticos a todos aquellos profesores que superen un baremo medido por unos funcionarios, sin tener en cuenta de ninguna manera ni las necesidades docentes ni la racionalidad académica; b) proclamar la indivisibilidad radical de la Facultade de Medicina, compatible con la multiplicación indiscriminada de todo tipo de titulaciones, y c) aseverar que el llamado Campus Vida, que monopolizan unos reducidos grupos de investigación, responde a los intereses generales y ofrece una oportunidad a todo el profesorado de la universidad.



Sería grave que nuestros candidatos se hubiesen creído sus propios mensajes, pues son personas informadas e inteligentes. En realidad en ellos, como en todo lo que se dice en la universidad, hay una escisión total entre las palabras y los hechos, y nada significa lo que en realidad parece que significa.



Al llegar a la segunda vuelta, a las verdaderas elecciones, la situación sigue igual, pero como los candidatos tienen ya que enfrentarse claramente, vemos aparecer otro discurso igualmente alejado de la realidad, según el cual lo que estuviese en juego serían dos opciones políticas. Nada más lejos de la realidad. Ni la política ni la realidad desempeñan ningún papel en este proceso electoral. Las ideas, el lenguaje y las formas de proceder en el mundo académico son exactamente iguales en los profesores que apelan a diferentes opciones políticas. En la universidad un profesor es lo que hace y no lo que él dice que es. Y en ahora solo quedan dos opciones a elegir: la de quienes quieran seguir defendiendo el conglomerado de intereses creados que sustenta a la USC, bajo una máscara política, sea la que sea, y la de quienes deseen que la universidad se defina a sí misma como lo que es, admita la necesidad de reformarse radicalmente y vuelva a entrar en contacto con una realidad en la que las palabras solo signifiquen lo que dicen.